JONE VICENTE URRUTIA
PhD
CUENTOS
—¿Que cómo era la vida, antes del Frío? Pues la verdad es que no lo sé… Yo tenía un año y medio cuando comenzó todo… Mi madre me decía que se había visto venir durante meses, pero no me lo creo: ¿cómo es posible tener un asiento de primera fila al apocalipsis y no tratar de hacer nada para remediarlo? La pobre…
El Frío
—¡Tenemos que lanzar la bomba!
A través de la radio, tu voz era decidida, segura. Me mantenía concentrado mientras nos aproximábamos peligrosamente a la órbita de la estrella.
—¡Todavía no, señor! ¡Es demasiado pronto!
—¡¡¡Maldita sea, Johnson, recuerda tus órdenes!!!
Saltar, descender veinte minutos, lanzar la bomba.
Desobediencia
“Tin soldiers and Nixon's comin', we're finally on our own…” la letra de la canción que cantaba Roger tomaba tintes diferentes ahora que por fin habían huido de casa. Sí: finalmente estaban solos, escapando la muerte segura en una guerra a la que se oponían con todo su ser.
Solos
El castigo
Cuando comenzó a salir fuego de la Gran Montaña, Anaru estaba jugando en el mar. Las olas lo movían mansamente mientras observaba con ojos incrédulos lo que ocurría en tierra. Paralizado por el miedo, su primer instinto fue mantenerse flotando en el agua. Sin embargo, eso cambió en cuestión de segundos: del mar comenzaron a brotar gases violentamente, y la temperatura incrementó hasta obligarle a salir, mientras sus pulmones se llenaban de bocanadas de agua marina
La hora del recreo
Desde la torre, los veo a todos. Patéticos hombrecillos, con el espíritu roto de tantos años prisioneros. Los veo cansados, serios, sin ningún atisbo de felicidad en sus rostros envejecidos. Sí, desde la altura puedo observar su triste existencia.
El amor de una hija
—No puedo creer que al fin la hayas logrado, jefe.
—Ya tocaba, después de tantos años y tantas mierdas.
—¿Estaba donde dijo el pavo ese que torturaste?
—No, me llevó a otro hijo de puta al que me tuve que cargar. No sin antes extraer la información necesaria, claro.
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