Y escuchando sus suaves gemidos
solo dije:
“Nunca más”.
Y sabiendo que no arreglaba nada
aún así
no pude contener la corazonada
Y mi pico,
tembloroso, volvió a decir las palabras:
“Nunca más”.
Y observando su estado doloroso
viendo
cómo la muerte lo cortejaba lloroso
mi voz rasposa
le cortó como una cuchilla cuando dije:
“Nunca más”.
Y volando sobre su cadáver, picoteando sus ojos,
me regocijo
mientras con su sangre me tiño de rojo—
me agrada el color
y sé que ya no me molestará
nunca más.
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