La nave traqueteó ruidosamente al salir del hiperespacio con un brusco movimiento, que le pilló por sorpresa, lanzándola por los aires.
Dolorida, se levantó, comprobando con sus manos que no había ningún hueso roto en su cuerpo. Suspiró. Alguna lágrima mojó su mejilla mientras ahogaba un gemido de dolor al tocarse las costillas. Alguna estaba rota.
Pero lo más importante que tenía que arreglar no era su cuerpo, sino los controles de la nave.
No estaba muy segura de qué era exactamente lo que había fallado. Podría ser simplemente que más que una nave tenía una pila de chatarra con capacidad de viajes hiperespaciales. Podría ser que el último arreglo que había hecho antes del viaje hubiera fallado. Podría ser, también, que algún escombro espacial le hubiera golpeado.
Pero entonces escuchó el indistinto sonido de la trampilla abrirse y todas sus teorías se esfumaron, como en unos minutos lo haría su vida.
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