La ciudad era irreal, una visión imposible. Era una fantasía de luz y color; una danza de espíritus salvajes que no paraban en ningún momento. Su animado movimiento contrastaba con el hermetismo que se percibía a lo largo de las calles. No había ningún alma fuera de los edificios de cristal.
Y eso era tal vez lo que más le enervaba. La ciudad parecía absolutamente abandonada. Y, a su vez, llena de vida. Pero era una vida completamente desconocida, que giraba alrededor de los cristales. Una dependencia extraña del material que formaba los edificios.
Se giró para dirigirse a su equipo. Si estaba aquí, la encontrarían. Pero antes, tendrían que examinar aquellos monolitos de cristal que les daban la bienvenida solemnemente. Era una atracción demasiado tentadora.
Si estaba aquí, la encontrarían.
O tal vez se unirían a ella, fusionándose con los cristales.
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