—Cuéntame la historia una vez más.
—Había un hada que vivía en el norte de Escocia, donde nevaba y llovía, y siempre hacía frío. En estas condiciones, no podía hacer nada: las hadas no pueden volar con ese clima; sus alas son finas y se pueden dañar fácilmente. No podía vivir así.
—Y entonces, ¿qué pasó?
—Tomó una decisión: viajar al sur.
—¿Aquí?
—Sí, aquí. Voló todo lo que pudo un día que no llovía y tras horas y horas, y días y días, llegó a Londres. Pero ya sabes que aquí también llueve mucho, así que se puso a buscar una casa calentita donde vivir.
» Estaba paseando por el parque, cuando vio una niña preciosa, que caminaba junto a su niñera. Le pareció tan bonita, que pensó que sería un buen hogar para ella. Así que no dudó: voló rápidamente y se metió en su cuerpo.
—Pero eso no era bueno.
—Para la niña, no: sus pulmones no podían alojar el hada y por eso comenzó a toser sangre.
—Pero el hada por fin tenía un hogar donde vivir, ¿no?
—Sí, pero la niña no podría sobrevivir así. Así que los médicos trataron de encontrar un nuevo hogar para el hada, para que la niña se recuperara.
—¿Y lo lograron?
—Sí. El hada fue trasladada al museo de Ciencias Naturales, donde pudo vivir calentita, y la niña se recuperó rápidamente.
—¿Mamá?...
—¿Sí?
—¿Encontraremos un hogar al hada que vive dentro de mí?
—Te lo aseguro.
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