¿Quién hubiera pensado que las hadas se unirían a los humanos en su avaricia y sed de poder? Desde luego, a Faye le parecía una aberración, una desgracia para su especie. Es el siglo de los descubrimientos, le había dicho su hermano Teslio, y el continente africano está esperando a ser descubierto.
El joven científico hada no atendía a razones. Su sed de conocimiento le movía a partir al continente desconocido para las hadas. ¿Quién sabía lo que se podría encontrar allí? Tal vez un nuevo material para canalizar poderes feéricos, o animales para domar, nuevas fuentes de energía… Las posibilidades eran inacabables.
Con lo que Teslio no había contado era con encontrarse a poblaciones de hadas ya habitando el continente. En su completa arrogancia, la idea nunca había cruzado su mente.
Cuando tanto humanos como hadas comenzaron a colonizar a los habitantes del misterioso continente, Teslio no pudo aguantar más. Era cierto que tenía pocos estándares éticos, pero no pudo con las barbáricas acciones que estaba observando día tras días.
Volvió a su amada Inglaterra, lejos de sus brutales vivencias. Volvió a sus queridos experimentos de cuestionable moral. No quería estar en la misma compañía de tan crueles científicos.
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