—¿No te das cuenta de que las vas a meter en un lío?
—Probablemente, pero míralas. No me digas que no son adorables.
—Eso no importa. No puedes jugar con la vida de los humanos así.
—No estás siendo justa conmigo, Fae, yo no he hecho más que acelerar lo inevitable. No estoy jugando con la vida de nadie.
—Eso explícaselo al Tribunal cuando te pillen.
—Si no quieres verlas, te puedes ir.
Pero Fae realmente no quería marcharse. A pesar de sus reparos, observar la floreciente relación entre aquellas dos amigas estaba siendo reconfortante. Sabía que probablemente tenía razón, que la moralidad victoriana censuraría a esas pobres humanas, haciendo de su vida un infierno si alguna vez las descubrían.
Sin embargo, también sabía que su compañera hada tenía algo de razón: eran adorables juntas. Se les veía felices juntas, relajadas, cómodas.
Tal vez acelerar lo inevitable no había sido tan mala idea.
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