Algo cambió en Nyx cuando volvió del mercado aquella tarde y encontró su granja destruida: las plantas, arrancadas por la raíz; los animales, muertos; y su hijo… sin rastro de su paradero.
Algo gutural, salvaje, invadió sus sentidos y reemplazó al dulce hada que era amiga de todos. Ya no tenía tiempo para cosas tan triviales como la amistad o el amor. Nyx estaba cegada por la ira. Nyx había muerto.
Su mundo, destruido, solo le pedía corresponder con la misma destrucción.
Así que cuando aquella noche salió hacia las granjas del lugar, su único compañero fue un nuevo poder que había estado reprimiendo desde pequeña. Canalizando sus ganas de venganza, podía crear la misma enfermedad, la peste y la destrucción que ahora invadían su ser.
Pronto invadirían lo que antes fue su mundo.
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