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Febfairy día 4: Fuego

Nadie creyó al pequeño Timmy cuando explicó que las responsables del incendio habían sido las hadas. Entre pobrecitos, menuda lástima y debe de ser el trauma, lo despacharon rápidamente.


El pobre Timmy no tenía a nadie más en el mundo—eso lo sabían todos. Y ahora, sin siquiera un roñoso techo sobre su cabeza, tendrían que enviarlo al orfanato. Qué final más deshonroso para la noble familia Cadbury. Pero ¿qué más podrían hacer con ese escuálido niño, acostumbrado a todos los caprichos, sin haber tenido una responsabilidad en su vida? Ya aprendería a sobrevivir; no había nada que pudieran hacer.


Los sirvientes de la familia lo despidieron en fila, respetuosamente. Estaban tristes por la vida que el niño dejaba atrás, por la pérdida humana y, si eran sinceros consigo mismos, por la pérdida de su trabajo.

El niño estaba taciturno, sin hablar más de dos palabras seguidas. Es el trauma, decían los adultos a su alrededor, pero ya se le pasará.


Cuando lo dejaron en el orfanato, lugar abarrotado de niños, pobreza, piojos y enfermedad, Timmy sintió una paz que no había conocido nunca antes.


—Hey, ¿cuánto tardaría este edificio en arder?


—Solo hay una manera de comprobarlo—la voz del hada era aguda, irresistible, hipnótica. Su amiga.

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