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Foto del escritorJone Vicente Urrutia

Fiesta de disfraces

Tendrían que recuperar sus disfraces si querían derrotar a la señorita Sparks. No era solamente una cuestión de camuflarse entre el resto de niños, de no destacar entre una masa de fantasmas y brujas, no. Sus disfraces eran especiales, a diferencia de los de sus compañeros, creados burdamente por madres que apenas sabían coser.


Su abuela los había confeccionado pensando específicamente en una situación como esta. Las costuras estaban elaboradas de un hilo mágico eficaz contra tirones. Los colores tenían la capacidad de camuflarse. La tela era resistente al calor y al frío y probablemente a hechizos de bruja y mordiscos de vampiro, aunque esto no se había comprobado todavía. Nunca había hecho falta, hasta ese momento.


Pero lo que más le gustaba a Tim eran las máscaras. Cuando se las colocaban con el resto del disfraz eran el toque final, el último requisito para adquirir sus poderes. Las máscaras servían de panel de control que canalizaba la energía de sus mentes. Sin ellas, no tenían defensa. Sin ellas, estarían perdidos frente a la señorita Sparks.


Tim y Jane habían entrenado durante años con su abuela para una situación así: un momento de crisis en que un profesor fuera suplantado por un ser mágico. Sin embargo, ninguno de los dos pudo haber previsto que su madre llevaría a lavar los disfraces para la fiesta de la noche. Ninguno pensó que tendrían que conformarse con un disfraz no mágico para ir al colegio aquel día.


Sin sus disfraces mágicos, estaban perdidos.

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