Para un ojo inexperto, aquello era una simple maraña de cables e interruptores, colocados en la pared sin pensar, probablemente peligrosos, a punto de cortocircuitarse.
Y eso era precisamente lo que querían que la gente pensara. Era más sencillo pasar desapercibidos si la gente no se atrevía a siquiera acercarse a su base de operaciones.
Los cables e interruptores en realidad respondían a un patrón específico, que sólo él y su mejor amigo conocían. Era la única manera de entrar en la base, era la mejor manera de que nadie se acercara.
Y así, los días pasaban, mientras ambos planeaban distintas cuestiones que afectaban a la seguridad nacional. Si eran a favor o en contra de ésta, no lo sabremos nunca, pues nadie más que ellos dos pudo entrar jamás a la base de operaciones.
Sí: para un ojo inexperto, aquella base era una simple pared, llena de cables e interruptores, enmarañados. Y, por ello, todos los planes concebidos dentro pasaron desapercibidos por el mundo.
¿Lograron llevarlos a cabo? Sólo aquella muda pared nos podría contestar.
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