—Realmente la seguridad del lugar era admirable: anguilas, peces espada, peces serrucho… tenían hasta rayas eléctricas. Todos los animales se turnaban montando guardia en complejos patrones; nunca tardaban más de un par de minutos en hacer el cambio de guardia. Estaban muy bien entrenados.
» Así que os podéis imaginar que nos llevó meses de observación minuciosa lograr conocer todos los movimientos al dedillo. Lo bueno es que teníamos un informante dentro: un pequeño pez payaso cansado de su trabajo.
» El día de la operación, nuestro informante nos había dejado una de las llaves de la cámara acorazada. Nosotros éramos responsables de encontrar el resto. Eran estrellas marinas con formas muy específicas, modificadas para caber en la cerradura.
» Entramos en los pocos minutos que tardaron en hacer el cambio. Éramos rápidos, sigilosos. Siguiendo nuestro plan trazado con cuidado y minuciosidad durante meses.
» Todo iba genial, teníamos ya casi todas las llaves que habíamos encontrado siguiendo la información del pez payaso…
—Ya se acaba la hora de visitas.
—Bueno, abuelo, ya nos contarás el final de cómo casi lográis robar el banco de peces.
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