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Foto del escritorJone Vicente Urrutia

Observando el declive

—Cuando el imperio estaba en su auge, había centenares de estatuas así… todas gloriosas, cubiertas de oro, vestidas de los colores imperiales… Daba gusto verlas. Eran tan imponentes que de pequeño les tenía miedo.


—¿Pero ya no?


—Tobías, mira el estado de estas estatuas… ¿a quién le darían miedo así? Llenas de musgo, destrozadas, desmoronándose por segundos…


—Siguen siendo gigantes. Mira, abuelo, incluso de puntillas la cabeza es más grande que yo— mientras decía estas palabras, Tobías trataba de encontrar una envergadura que no tenía, haciendo gestos con los brazos y saltando cómicamente al lado de los restos de una cabeza de piedra.


Con una sonrisa en los labios, su abuelo continuó:


—Sí, claro, es grande… pero tendrías que haberla visto en toda su gloria: erguida, con la melena intacta, flanqueando los lugares más importantes de la ciudad… Medían al menos quince metros…


—¿Los leones de verdad eran tan grandes?


—Sí. Eran exactamente como las estatuas: andaban a dos patas, con sus armaduras doradas, blandiendo sus espadas… los mejores guardias del imperio.


—¿Y qué les pasó?


—Los humanos, que siempre habían querido tener control sobre todas las criaturas, encontraron una manera de animalizarlos, de obligarlos a vivir a cuatro patas, tras años y años de tortura y esclavitud. Y nosotros terminamos así, despojados de ropajes, de tecnología y de todo. Meros babuinos rondando por la sabana, testigos del declive de nuestro imperio.


—¿Alguna vez volveremos a ser lo que fuimos?


—Es cuestión de tiempo y ganas de venganza.

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