—Cuando me dijiste que la misión nos llevaba a un tiempo retro, estaba seguro de que serían los ochenta.
—Y son los ochenta. Solo que del siglo anterior—le guiñó el ojo con picardía, mientras le entregaba a su asociado la ropa de época—Vamos, no hay tiempo que perder.
—Eso nunca lo entenderé: ¿por qué ir con prisa si podemos viajar en el tiempo?
—Es más complicado que elegir un momento específico y viajar. Te lo he explicado mil veces. Vamos, comencemos la misión.
—Tampoco entiendo eso de tener que preservar el futuro, de cambiar cosas a nuestro parecer.
—No estamos preservando nada. Estamos cambiando el pasado para mejorar nuestro futuro.
—¿Ves? Pero eso me parece tener un poder excesivo. Jugar a ser dioses…
—¿Desde cuándo tienes tantas dudas con respecto a nuestras misiones?
—Desde que leí las especificaciones de la tuya. Desde que supe que me abandonarías aquí.
El silencio que siguió sólo lo rompió un lo siento susurrado, el disparo de un dardo tranquilizante y una fisura temporal abriéndose.
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