No sé cómo has podido vivir tantos años sin conocer el legendario arte del empalamiento. Tiene su aquel, pero una vez le pillas el truco, los cuerpos se deslizan suavemente por las estacas, como si encajaran perfectamente, como si, por fin, estuvieran completos.
Sé que puede ser un trabajo poco agradecido. Los delirantes gritos de los empalados a veces te perseguirán en tus pesadillas. Pero alguien tiene que hacer los empalamientos. Hay que controlar la población. Hay que mandar mensajes a los enemigos.
Al principio te parecerá que los cuerpos pesan demasiado, que no tienes la suficiente fuerza para aupar a los condenados. Pero no temas, todo es práctica, todo es tener un buen entrenamiento, y los mejores instrumentos a tu disposición.
¿Por qué te piensas que me llaman “chileno de los martillos”? Se necesita un buen instrumento para clavar las estacas en el suelo. Y tú, mi querida aprendiz de empaladora, pronto tendrás tu martillo propio, listo para ayudarte en tal noble arte.
No temas, serás la mejor.
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