Si alguna vez le hubieran preguntado por su característica favorita, probablemente habría tomado un minuto o dos en contestar. ¿Volar, tal vez? Desde luego, desplegar las alas y sentir el frío aire de la noche en su pequeño rostro era algo que le excitaba. Notar la adrenalina mientras caía en picado hasta el último momento posible era una droga que llenaba su sistema.
Pero no. Su mejor cualidad tenía que ver con otro tipo de droga. El miedo en los ojos de las víctimas a las que mataba sin piedad; los alaridos desesperados que iban despojándose de todo atisbo de humanidad; los respiros, cada vez más entrecortados de un humano que dejaba de serlo... Todo ello le llenaba física y espiritualmente. Si le hubieran preguntado su aspecto favorito de ser murciélago, habría pensado en su sedienta crueldad.
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